ENTRE LAS ORILLAS DEL PLACER Y EL DOLOR FLUYE EL RIO DE LA VIDA.

Y para abrir  mi corazón, tuve que  recuperar mi  inocencia, mi  fe en mi misma y en la vida. Expresar lo que  me plazca, profundizar en cada sensación y darme el permiso y el regalo de compartirlo con otras personas.


Sentir mi placer me libera de ataduras pasadas, me libera de mi misma, me abre las puertas a una vida más plena y placentera.
Siento que dejarme sentir placer en sus diferentes formas: diversión, sexo, conversación, compartir..., me abre a la vida y a un contacto más profundo con los demás. Me permite recibir todo lo bueno que me ofrece la vida y las demás personas.
Me permite ampliar mis cerrados límites neuróticos y abrirme a una vida mucho más amplia y rica de lo que imaginaba.
Mi educación me decía que la vida es un valle de lágrimas, que todo lo que me proponga conseguir requiere esfuerzo, concesiones y reservas. También que la letra con sangre entra, que el aprendizaje, y más el personal, precisa de dolor y lágrimas y mucho sacrificio. Estudié con las monjas, , que hasta dormían en tablas de madera y nos hacían visitar sus dormitorios para aprender el sacrificio. Muy buenas con los pobres, pero la enseñanza trasmitida a mi ha sido sacrificio dedicación y poco disfrute de la vida .

Que para relacionarme con los demás necesitaba ocultar lo que era y mostrarme como alguien diferente. En resumen, no debía esperar nada porque nada iba a recibir, todo lo que consiguiera sería por mi esfuerzo y por mi dolor.
Mi proceso personal ha estado basado en gran medida en estas dos palabras: esfuerzo y dolor. Todo lo que he ido haciendo, ejercitando, practicando, lo hacía con una carga de esfuerzo, de poner más energía y fuerza en las posturas de bioenergética, en la escucha, de poner atención en los recuerdos y sensaciones dolorosos. Lo cierto es que estoy muy agradecida al dolor que he expresado durante mi proceso, que me permite cerrar viejas heridas, comprenderme, expresarme y construirme como persona. También siento como muy importante que expresar mi dolor me facilita sentir y expresar placer, abriendo y ampliando la gama de colores de esta dualidad en mi.Lo que más me sorprendió es que, en sesiones donde me sentía con miedo, tristeza, dolor o rabia, después de descargar, darme cuenta, compartir y expresar con mi grupo, me sentía viva, llena de placer, alegría y ganas de vivir.

Me doy cuenta de lo importante que es para mi contactar con mi cuerpo, con mis sensaciones, con mi respiración... en esencia, contactar con cómo me siento, qué quiero y qué necesito en cada momento. A partir de este contacto cercano me siento yo, con la libertad de vivir mi día a día. Esto fue para mi muy importante  en  mi formación en la  que me di cuenta que me conformaba con muy poco y la vida danzaba sin mi , me la estaba perdiendo. Demasiado esfuerzo.

Es mi primer paso para poder sentir, para poder sentir placer y desarrollar nuestra respectiva capacidad de disfrutar de la vida. La foto muestra una de las cosas que mi me producen más placer que es tumbarme en la naturaleza con flores en el campo o estar en medio de trigo y amapolas paseando ,lo hacia de pequeña y lo añoro mucho , me encanta hacerlo. Cada vez que puedo lo hago y lo disfruto como una niña , le doy el gusto a mi niña .

El placer está muy presente en la esencia y el desarrollo de la persona, de la psicoterapia y en el trasfondo de la investigación de la personalidad.
Creo que el placer, junto con el dolor, son los dos motores fundamentales para vivir plenamente, desarrollar armonía personal y en las relaciones, y una base desde la que poder ampliar la espiritualidad. 



Entre las orillas del placer y del dolor fluye el río de la vida. Solo cuando la mente se niega a fluir con la vida y se estanca en las orillas, se convierte en un problema. Fluir con la vida quiere decir aceptación: Dejar llegar lo que viene y dejar ir lo que se va. Tú no eres lo que sucede, eres a quien le sucede, este extracto de: " El río de la vida" de Nisargadatta, para mi refleja todo lo que tiene que ver con realmente soltar, tomando el símil y la actitud de un río que fluye libremente frente a los acontecimientos que aparecen ante nosotros. En una orilla aparece el dolor y en la otra el placer, si no queremos ser agua estancada , seamos como el rio acompañados de sus dos orillas, placer y dolor. 

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